Acerca de

José Ibáñez Viana, artista natural de Milagro (Navarra), nacido el 6 de febrero de 1948, se trasladó a Pamplona, en 1970, para compaginar su trabajo como técnico de laboratorio con las clases de pintura en la Escuela de Artes Aplicadas.

Pamplona 72, El Lebrel blanco

Participó activamente en el mundo cultural, formando parte del grupo pictórico “Pamplona 72”, del que fue miembro fundador. Estuvo muy vinculado a la Sala de exposiciones Doncel, donde se presentó como pintor en 1972. Simultáneamente, próximo al mundillo teatral, realizó durante un tiempo escenografías para el grupo pamplonés “El Lebrel blanco”; trabajo similar que posteriormente desarrolló en París.

París

A la capital francesa llegó en 1975. Allí, matriculado en la Escuela de Bellas Artes, se aplicó en la pintura y en el aprendizaje del grabado. “En este último apartado como grabador – como indica el artista y curador de arte Iñaki Moreno Ruíz de Eguino -, su producción ofrece una calidad notabilísima”. Un año antes de su diplomatura en Bellas Artes, en 1979, recibe una mención de honor en el Salón de los Artistas Franceses.

Su pintura transita entre la figuración y la abstracción.

José Ibáñez supo hacer suyos los matices cromáticos de la pintura española clásica, utilizando tonalidades terrosas y transparencias de luz.

Su primer viaje a Nueva York (1979) le permitió descubrir la pintura de los expresionistas americanos. Gottlieb, Still y especialmente Rothko influyeron posteriormente en su obra, incorporando en la misma campos de color corroído. Emergen nuevos códigos de color, los diseños lineales, volviendo a una realidad substancial, un territorio propio. Emergen su parte interior más espiritual, en la que renuncia a la naturaleza, para germinar en series tan emotivas como son: “Elevaciones” (1988), “El silencio roto” (1990), hasta su ciclo final y premonitorio de “El vuelo del Ángel”.

En su trabajo fue una constante la alternancia de periodos dedicados a la pintura y otros al grabado con aguas-fuertes.

En 1983 recibió la mención especial del jurado en el Gran Premio de Pintura de Monte Carlo, donde un año después le fue otorgado el Prix du Conseil National. En 1983, colabora con el escritor y poeta Henri Martraix, produciendo la edición de Le Graveur noir (grabados de Ibáñez y textos de H. Martraix). Momento en el que se aplica al desarrollo de lienzos de gran formato.

Holanda, París y Barcelona

Todos estos acontecimientos contribuyeron a proyectar su obra internacionalmente, acercándolo a Holanda. En Ámsterdam, muestra en 1988 la serie “Elevaciones”, impregnada ésta de carga místico-religiosa, inspirada en los poemarios de San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Años alternantes de crisis creativas, emocionales y espirituales. Reside entre Holanda y París.

En un nuevo viaje a Estados Unidos para exponer con el galerista Emil Leonard, en Nueva York, hizo posible que el museo neoyorquino MOMA adquiriera parte de su producción gráfica.

De retorno a París, intensifica ahora su actividad como grabador en el nuevo atelier de Argenteuil. Mantiene el contacto con su galería de Ámsterdam y en 1992 presenta: “Cuando el cielo desaparece”.

Estamos ante su ciclo final. Suma a sus estudios de Holanda y París, la instalación de uno nuevo en Barcelona, en la C/ Berlín, donde José redescubre la clara luz mediterránea.

Esa pintura de espacios luminosos será exhibida en París en la galerie Thibeau (1994).

Su vida, a modo de mecha, ofrecía una hermosa llama en extinción.

En 1995 escogió como despedida celebrar una exposición en Pamplona (Sala Caja de Navarra), ciudad que le brindó la primera ocasión de manifestarse como pintor. Se cerraba un ciclo vital, pero nos queda el legado de un artista que fue muy activo y consecuente con su trabajo.

José Ibáñez es un ejemplo de artista milagrés a contemplar con orgullo, porque la notable calidad de sus pinturas, dibujos y series de obra gráfica lo sitúan entre los mejores artistas que ha dado esta tierra navarra.

Aquí se muestran unos retazos de la amplia producción de José, pensada para ser vista con detenimiento. Dicho de otro modo, un homenaje sentido a su persona y trabajo.

(Texto del pintor y escultor Iñaki Moreno Ruíz de Eguino, para el catálogo de la exposición de José Ibáñez Viana en la Casa de Cultura de Milagro, diciembre de 2002).

Fotografía superior: Jean Marc TAIEB